El día 27 de marzo del año en curso, a las 11:00
horas se reunió una audiencia mixta de aproximadamente 100 personas en el
Cinemex Palacio Chino, para presenciar el estreno en México de la película
Secretos de
Pasión (There Be Dragons, por su título en inglés).
La obra cinematográfica fue realizada por Roland Joffé,
director franco-británico reconocido internacionalmente por películas como
Los Gritos del Silencio (1984) y La Misión
(1986). Este argumento original muestra España al inicio de la Guerra Civil y el
período de la dictadura franquista y sigue, principalmente, los pasos de Manolo,
un burgués español convertido en espía al servicio del ejército y, también, a
San Josemaría Escrivá de Balaguer en sus primeros actos como siervo de
Dios.
Al finalizar la proyección, el director de la
cinta ofreció una breve conferencia, en la cual expuso a la audiencia sus
perspectivas personales sobre la obra en cuestión. De acuerdo con Joffé,
inicialmente pensó en rechazar el proyecto. Agnóstico confeso, como gran parte
de la población europea, Roland se sentía ajeno a los asuntos de la fe y pensó
no estar calificado para asumir la responsabilidad de contar una historia con un
claro sentido religioso y de profunda comprensión de valores humanos. Sin
embargo, decidió tomar el proyecto después de una larga investigación del
contexto histórico, así como de la biografía de sus protagonistas,
particularmente de la de Escrivá de Balaguer.
Al indagar sobre su experiencia religiosa, Joffé
ofreció una anécdota personal de su niñez. En su infancia decidió preguntar a su
padre si creía o no en la existencia de Dios. Inicialmente, el padre pensó que
se trataba de una broma, pero al ver la seriedad en el rostro de su hijo ofreció
la siguiente respuesta: en noches despejadas disfrutaba sentarse en el techo de
su casa para ver las estrellas; si corría con suficiente suerte, las estrellas
tomarían poco a poco la forma de un gran signo de interrogación, dicho signo era
para él la imagen de Dios, ya que comprendía la existencia de un ser divino a
través de la interrogante que supone el misterio de vivir.
Basado en la evidencia de sus primeros años,
Joffé procedió a revelar su postura actual con respecto a la pregunta formulada.
Desde una perspectiva científica explicó cómo cada cosa está formada por materia
y ésta a su vez existe gracias a partículas cada vez más pequeñas hasta alcanzar
un status de invisibilidad.
Así mismo sucedió con el Big Bang; toda la
energía del Universo contenida en un espacio no mayor a su puño derecho. De
acuerdo con Joffé, el hombre ha llegado muy lejos en la explicación de la
existencia, valiéndose de su inteligencia y del desarrollo científico y esto le
conduce hacia la misma dirección en la que indaga la religión: la explicación de
la existencia a través de la energía. Pero ahí donde la ciencia se limita
simplemente al ámbito de la energía, la religión traduce dichas fuerzas en un
impulso fundamental de amor.
Viendo la vida desde esta perspectiva, comenzó a
empatizar con los principios básicos de la doctrina de Josemaría Escrivá de
Balaguer. Así, es posible encontrar a Dios no sólo en las prácticas religiosas
formales sino en todas las acciones que forman el universo de lo cotidiano. Bajo
este parámetro todo ser humano se vuelve, entonces, reflejo mismo de la energía
de Dios. Por lo tanto, todo ser humano, más allá de sus acciones, puede ser
amado pues es intrínsecamente un reflejo de amor.
De igual manera, a lo largo del tiempo de
preproducción de la cinta, el director concluyó que lo más importante que tiene
el hombre, sea por gracia de Dios o no, es el libre albedrío. Sirviéndose de las
ideas de Jean Paul Sartré como ejemplo, el hombre está irremediablemente ligado
a algo de lo que no puede escapar: la libertad de decisión. Todo lo que alguien
tiene que hacer ante un panorama tipo opción A u opción B es decidirse a actuar.
De este principio se desprenderá una larga cadena de consecuencias y
responsabilidades que determinarán la calidad de la existencia humana.
Por lo tanto, las ideologías políticas actúan en
primer grado y de manera directa contra este principio fundamental. Al sumarse a
un partido político con su respectivo sistema de creencias y prácticas, el
hombre limita su libertad. Así, el director de la película los siente menos
hombres (no menos dignos, sólo menos plenos en el ejercicio de su humanidad), en
tanto que no pueden desarrollar plenamente el ejercicio de su libertad. De modo
que la guerra entre fascistas y socialistas deshumanizó a las personas y las
hacía parte de éste o del otro partido. En un entorno semejante, las enseñanzas
de Josemaría Escrivá de Balaguer eran cruciales.
A través de este tipo de reflexiones y otras
semejantes fue que Roland Joffé descubrió la manera de abordar el vasto mundo de
posibilidades narrativas que la Guerra Civil Española plantea para todo artista.
Decidió centrarse en las personas y sus acciones, tratando de no apoyar a un
bando sobre el otro. En el seno del conflicto se encuentra Josemaría Escrivá de
Balaguer en sus años de juventud, mientras recibe el llamado de Dios para labrar
un nuevo camino religioso.
Le pareció entonces importante abordar
cinematográficamente el tema del silencio de Dios. En distintos momentos de la
trama, incluso el propio Escrivá, en diálogo directo con Dios, cuestiona los
motivos de su silencio y sufre por ello. Sin embargo, así como los personajes de
la obra descubren el significado de dicho silencio, de igual manera el autor
reconoce que en tiempos de absoluta crudeza es justo cuando más a prueba se pone
el libre albedrío. Por eso, para el director de la cinta resultaba muy
importante mostrar el interés de Escrivá de Balaguer por continuar oficiando
misas y ejercitando su vocación religiosa so pena de muerte.
Antes de finalizar la conferencia, Roland Joffé
hizo especial mención en la naturaleza del perdón. Recordó cómo una tarde,
mientras escribía el guión, atrapó su atención un reportaje televisivo de CNN.
Se trataba de una mujer de Ruanda que daba su testimonio sobre el genocidio
entre hutus y tutsis, mismo que había cobrado la vida de sus cuatro hijos y su
esposo. En algún momento de la entrevista la cámara hizo un paneo y apareció la
figura de un hombre sentado a la mesa. La entrevistada confesó que dicho
personaje fue quien asesinó a sus familiares y que, sin embargo, todos los
viernes la visitaba para tomar el té y platicar.
Ante la incredulidad de la reportera, la mujer
africana mencionó que ella amaba profundamente a sus hijos y que ese sentimiento
de amor era tan fuerte y seguía tan vigente que prefería honrar la memoria de
sus familiares y evitar que la semilla del odio creciera en su interior. La
mujer no era cristiana, pero creía y practicaba el perdón.
Fue así como surgió en la mente de Joffé como
guionista la idea de crear a Manolo. Quiso ser capaz de escribir a un personaje
que pudiera ser odiado y que, sin embargo, al final de la historia pudiera ser
amado. Le pareció que la mejor manera de expresar el concepto de perdón era dar
vida en la pantalla a un personaje complejo que fuera redimido en el último
instante a través del perdón. Perdón que adquiere aún mayor fuerza, pues es
otorgado por un personaje abiertamente agnóstico.
De esta manera fue como las cosas encontraron su
propio sitio. De pronto Joffé creía entender la visión de San Josemaría Escrivá
de Balaguer. También había descubierto qué personajes debían cobrar vida en
dicho contexto histórico y cómo se desarrollaría la historia. La trama le
pareció interesante y coherente; además, ya se sentía calificado para narrarla.
Por tal razón decidió realizar el proyecto. De acuerdo con él, la historia que
se desarrolla en la pantalla de cine es, ante todo, la visión de San Josemaría
Escrivá de Balaguer y por ello la cinta funge como un homenaje a la vida del
santo.