lunes, 2 de abril de 2012

Roland Joffé en México

Por Aldo Massa // Diario UP

El día 27 de marzo del año en curso, a las 11:00 horas se reunió una audiencia mixta de aproximadamente 100 personas en el Cinemex Palacio Chino, para presenciar el estreno en México de la película Secretos de Pasión (There Be Dragons, por su título en inglés).

La obra cinematográfica fue realizada por Roland Joffé, director franco-británico reconocido internacionalmente por películas como Los Gritos del Silencio (1984) y La Misión (1986). Este argumento original muestra España al inicio de la Guerra Civil y el período de la dictadura franquista y sigue, principalmente, los pasos de Manolo, un burgués español convertido en espía al servicio del ejército y, también, a San Josemaría Escrivá de Balaguer en sus primeros actos como siervo de Dios.

Al finalizar la proyección, el director de la cinta ofreció una breve conferencia, en la cual expuso a la audiencia sus perspectivas personales sobre la obra en cuestión. De acuerdo con Joffé, inicialmente pensó en rechazar el proyecto. Agnóstico confeso, como gran parte de la población europea, Roland se sentía ajeno a los asuntos de la fe y pensó no estar calificado para asumir la responsabilidad de contar una historia con un claro sentido religioso y de profunda comprensión de valores humanos. Sin embargo, decidió tomar el proyecto después de una larga investigación del contexto histórico, así como de la biografía de sus protagonistas, particularmente de la de Escrivá de Balaguer.

Al indagar sobre su experiencia religiosa, Joffé ofreció una anécdota personal de su niñez. En su infancia decidió preguntar a su padre si creía o no en la existencia de Dios. Inicialmente, el padre pensó que se trataba de una broma, pero al ver la seriedad en el rostro de su hijo ofreció la siguiente respuesta: en noches despejadas disfrutaba sentarse en el techo de su casa para ver las estrellas; si corría con suficiente suerte, las estrellas tomarían poco a poco la forma de un gran signo de interrogación, dicho signo era para él la imagen de Dios, ya que comprendía la existencia de un ser divino a través de la interrogante que supone el misterio de vivir.

Basado en la evidencia de sus primeros años, Joffé procedió a revelar su postura actual con respecto a la pregunta formulada. Desde una perspectiva científica explicó cómo cada cosa está formada por materia y ésta a su vez existe gracias a partículas cada vez más pequeñas hasta alcanzar un status de invisibilidad.

Así mismo sucedió con el Big Bang; toda la energía del Universo contenida en un espacio no mayor a su puño derecho. De acuerdo con Joffé, el hombre ha llegado muy lejos en la explicación de la existencia, valiéndose de su inteligencia y del desarrollo científico y esto le conduce hacia la misma dirección en la que indaga la religión: la explicación de la existencia a través de la energía. Pero ahí donde la ciencia se limita simplemente al ámbito de la energía, la religión traduce dichas fuerzas en un impulso fundamental de amor.

Viendo la vida desde esta perspectiva, comenzó a empatizar con los principios básicos de la doctrina de Josemaría Escrivá de Balaguer. Así, es posible encontrar a Dios no sólo en las prácticas religiosas formales sino en todas las acciones que forman el universo de lo cotidiano. Bajo este parámetro todo ser humano se vuelve, entonces, reflejo mismo de la energía de Dios. Por lo tanto, todo ser humano, más allá de sus acciones, puede ser amado pues es intrínsecamente un reflejo de amor.

De igual manera, a lo largo del tiempo de preproducción de la cinta, el director concluyó que lo más importante que tiene el hombre, sea por gracia de Dios o no, es el libre albedrío. Sirviéndose de las ideas de Jean Paul Sartré como ejemplo, el hombre está irremediablemente ligado a algo de lo que no puede escapar: la libertad de decisión. Todo lo que alguien tiene que hacer ante un panorama tipo opción A u opción B es decidirse a actuar. De este principio se desprenderá una larga cadena de consecuencias y responsabilidades que determinarán la calidad de la existencia humana.

Por lo tanto, las ideologías políticas actúan en primer grado y de manera directa contra este principio fundamental. Al sumarse a un partido político con su respectivo sistema de creencias y prácticas, el hombre limita su libertad. Así, el director de la película los siente menos hombres (no menos dignos, sólo menos plenos en el ejercicio de su humanidad), en tanto que no pueden desarrollar plenamente el ejercicio de su libertad. De modo que la guerra entre fascistas y socialistas deshumanizó a las personas y las hacía parte de éste o del otro partido. En un entorno semejante, las enseñanzas de Josemaría Escrivá de Balaguer eran cruciales.
A través de este tipo de reflexiones y otras semejantes fue que Roland Joffé descubrió la manera de abordar el vasto mundo de posibilidades narrativas que la Guerra Civil Española plantea para todo artista. Decidió centrarse en las personas y sus acciones, tratando de no apoyar a un bando sobre el otro. En el seno del conflicto se encuentra Josemaría Escrivá de Balaguer en sus años de juventud, mientras recibe el llamado de Dios para labrar un nuevo camino religioso.

Le pareció entonces importante abordar cinematográficamente el tema del silencio de Dios. En distintos momentos de la trama, incluso el propio Escrivá, en diálogo directo con Dios, cuestiona los motivos de su silencio y sufre por ello. Sin embargo, así como los personajes de la obra descubren el significado de dicho silencio, de igual manera el autor reconoce que en tiempos de absoluta crudeza es justo cuando más a prueba se pone el libre albedrío. Por eso, para el director de la cinta resultaba muy importante mostrar el interés de Escrivá de Balaguer por continuar oficiando misas y ejercitando su vocación religiosa so pena de muerte.
Antes de finalizar la conferencia, Roland Joffé hizo especial mención en la naturaleza del perdón. Recordó cómo una tarde, mientras escribía el guión, atrapó su atención un reportaje televisivo de CNN. Se trataba de una mujer de Ruanda que daba su testimonio sobre el genocidio entre hutus y tutsis, mismo que había cobrado la vida de sus cuatro hijos y su esposo. En algún momento de la entrevista la cámara hizo un paneo y apareció la figura de un hombre sentado a la mesa. La entrevistada confesó que dicho personaje fue quien asesinó a sus familiares y que, sin embargo, todos los viernes la visitaba para tomar el té y platicar.


Ante la incredulidad de la reportera, la mujer africana mencionó que ella amaba profundamente a sus hijos y que ese sentimiento de amor era tan fuerte y seguía tan vigente que prefería honrar la memoria de sus familiares y evitar que la semilla del odio creciera en su interior. La mujer no era cristiana, pero creía y practicaba el perdón.

Fue así como surgió en la mente de Joffé como guionista la idea de crear a Manolo. Quiso ser capaz de escribir a un personaje que pudiera ser odiado y que, sin embargo, al final de la historia pudiera ser amado. Le pareció que la mejor manera de expresar el concepto de perdón era dar vida en la pantalla a un personaje complejo que fuera redimido en el último instante a través del perdón. Perdón que adquiere aún mayor fuerza, pues es otorgado por un personaje abiertamente agnóstico.
De esta manera fue como las cosas encontraron su propio sitio. De pronto Joffé creía entender la visión de San Josemaría Escrivá de Balaguer. También había descubierto qué personajes debían cobrar vida en dicho contexto histórico y cómo se desarrollaría la historia. La trama le pareció interesante y coherente; además, ya se sentía calificado para narrarla. Por tal razón decidió realizar el proyecto. De acuerdo con él, la historia que se desarrolla en la pantalla de cine es, ante todo, la visión de San Josemaría Escrivá de Balaguer y por ello la cinta funge como un homenaje a la vida del santo.

Roland Joffé se mostró contento con el resultado y finalizó su conferencia invitando a la audiencia a formar parte de esta experiencia de profundo sentido humano.